Existen diferentes perspectivas respecto del objetivo de las microfinanzas y del microcrédito. En el caso particular del microcrédito algunos sostienen que este debe asumir una función en la reducción de la pobreza, otros argumentan que su objetivo debe ser la sostenibilidad financiera y, de esta forma, lograr el acceso de la población de bajos ingresos a este tipo de servicios, sin afectar la viabilidad de los prestamistas en el largo plazo.
Debido al alto riesgo que representa la oferta de microcrédito, un análisis muestra la falta de interés de parte de los prestamistas formales en el sector, Por otro lado, el acceso al microcrédito está restringido a aquellos que están dispuestos a afrontar elevadas tasas de interés.
Es importante mencionar que, este análisis no toma en cuenta que las tecnologías crediticias tradicionales del sector formal, no son las más adecuadas para brindar servicios al sector de bajos ingresos. En este sentido, esta visión errónea podría llevar a tomar malas decisiones de política de parte de las entidades que manejan el tema.
Para lograr que los sectores de bajos ingresos puedan acceder al crédito es necesario adecuar la tecnología crediticia al contexto de este sector. En general, las instituciones crediticias deben encontrar formas de estimar la capacidad y voluntad de pago de este tipo de demandantes, así como brindar los incentivos necesarios para fomentar el cumplimiento de los compromisos.
Mediante este artículo podremos analizar las tecnologías crediticias que utilizan los distintos prestamistas en sus transacciones de crédito, bajo la hipótesis que un mismo prestamista puede utilizar más de una tecnología crediticia a la vez.
Pero antes debemos decir que, las tecnologías crediticias son un conjunto de acciones y de procedimientos que se llevan a cabo para dar paso a una transacción crediticia. Esto involucra la evaluación de la capacidad y voluntad de pago del potencial cliente, el monitoreo del crédito, la creación de incentivos para el cumplimiento de los pagos y la diversificación de la cartera para hacer frente al riesgo.
La eficiencia de la tecnología crediticia depende de dos condiciones: Primero, la tasa de recuperación debe permitir la sostenibilidad de la institución microfinanciera (IMF). Segundo, los costos de transacción que la tecnología determina para los prestatarios deben ser lo suficientemente bajos para no desincentivar a los clientes.
Teniendo en cuenta lo anterior, se podría definir el límite de la tecnología como el umbral a partir del cual un mayor monto colocado por el analista de créditos genera una tasa de morosidad mayor que la que la institución tiene en promedio. Es importante reconocer, que no existe una tecnología óptima única, sino que se tiene una frontera de tecnologías eficientes, entre las que los prestamistas pueden elegir, de acuerdo con el tipo de cliente, la plaza en la que opera, etc.
Un aspecto importante a tomar en cuenta en la evaluación de las tecnologías es la forma en la que estas afrontan los sucesos inesperados (shocks). Evaluar si dichas tecnologías deben ser lo suficientemente flexibles para enfrentar los efectos que los shocks en cuestión tienen sobre la capacidad de pago de los clientes de la entidad prestamista. Las transacciones de crédito en los sectores de bajos ingresos: análisis y características.
Una encuesta realizada por la Corporación Financiera de Desarrollo (Cofide) a 900 hogares de distintas plazas, se realizó con el objetivo de conocer la situación del acceso al crédito y las características de las transacciones crediticias de la población de menores ingresos.
Al momento de la encuesta, 589 hogares tuvieron acceso a crédito, de los cuales el 73% que contó con mayor financiamiento fue el de los hogares rurales, seguido de un 65,3% de los comerciantes mayoristas y, finalmente, con un menor nivel que los demás, el 50% los microempresarios.
De acuerdo al análisis por fuente financiera, se muestra un mayor acceso a fuentes semiformales e informales, así como a formas mixtas de financiamiento. De las 976 transacciones registradas por los 589 hogares con crédito, el 50,2% se realizó a través de fuentes informales, el 31,3% mediante fuentes semiformales y solo el 18,5% por medio de fuentes formales.
Sin embargo, estos resultados son contrarios a los que se obtienen, si se analiza el monto de los créditos. De un monto total prestado, el 41,8% fue otorgado por fuentes formales, el 38,9% por fuentes semiformales y el 19,3% por fuentes informales.
Fuente: Gestiopolis