Cuando ocurre un gran desastre empresarial o un fraude de alto perfil, surgen diversos interrogantes ¿Cómo pudo ocurrir habiendo tantos controles, un régimen legal y entidades regulatorias de inspección y vigilancia? Pero sobretodo se busca saber ¿Quién es el responsable? En la primera línea de fuego están los auditores, por lo que usualmente se vuelcan las investigaciones en su contra e instintivamente se piensa en reformas a la auditoría.
Las organizaciones tienen expectativas muy altas sobre el trabajo del auditor, ya que lo consideran un guardián que les garantiza la integridad, la equidad y la transparencia en la información financiera. Sin embargo, el papel del auditor en toda la cadena de valor en la información contable y financiera no se comprende apropiadamente, ya que la cadena de valor comienza con quienes se dedican a las transacciones financieras, y continúa con los que preparan las cuentas y los estados financieros. A partir de entonces la cadena se mueve a través de la gerencia, auditores internos, comités de auditoría entre otros actores.
Pero las organizaciones irónicamente, piensan que cuando ocurre un fraude, el mayor responsable es el auditor, quien realmente está al final de la cadena, y no a quienes tenían la responsabilidad de prevenir el fraude y detectarlo.
Los grandes casos de fraude apuntan a la insensibilidad, negligencia o la complicidad incluso con la participación de la gerencia, que pueden incluir al director ejecutivo, ejecutivo financiero, o quienes se encargan de la preparación de cuentas, información financiera y diseño y operación de los sistemas de control interno.
Por su parte, el auditor interno debe velar por la adecuación y eficacia del sistema de control interno y gestión de riesgos. Sin embargo, también pueden existir fallas como: Falla el Comité de Auditoría que no supervisa la auditoría externa, el control interno, la auditoría y los informes financieros. Fallan las Juntas Directivas cuando no cumplen con la responsabilidad que les imponen los estatutos de sus empresas y las normas legales.
Algo muy distinto es la labor del auditor externo, quien realiza procedimientos de auditoría para expresar su opinión basado en una seguridad razonable de que los estados financieros estén libres de errores materiales, ya sean causados por error o fraude. En el mejor de los casos, el auditor tiene la responsabilidad de detectar fraudes en determinadas circunstancias.
La Administración, el Auditor Interno, el Comité de Auditoría y la Junta Directiva, son también los responsables de la prevención y detección de fraudes. Sin embargo, pueden existir algunos factores que hacen factible la oportunidad de que exista fraude en la empresa, como puede ser: una supervisión laxa, controles débiles, una cultura organizacional del menor esfuerzo, presiones al interior de la misma compañía, o ceder a las expectativas cortoplacistas del mercado. Esto ha sido ampliamente demostrado en casos de fraude corporativo de alto perfil alrededor del mundo Los fraudes corporativos sugieren fallas por parte de la Junta Directiva, los directores, los auditores y la administración por igual.
Una estrategia a desarrollar en las empresas sería, el principio de responsabilidad compartida, ya que este permitiría determinar la responsabilidad proporcional, tomar las medidas preventivas y correctivas necesarias para evitar que se repita el fraude, asimismo, ayudaría a los reguladores y otras autoridades a determinar la causa raíz de un fraude y las partes responsables del mismo.
Si bien cada empresa cuenta con reglamentaciones o normas, estás no se han ocupado explícitamente de todos los eslabones de la cadena de valor de la información financiera, ni de la prevención y detección de fraudes, su responsabilidad en caso de incumplimiento, etc.
Es importante que la gerencia evalúe las reglamentaciones internas, siendo a su vez más severas con quienes cometen los fraudes y demás delitos financieros y, en esa búsqueda de la causa raíz, investigar hasta las últimas consecuencias para poner a los responsables directos tras las rejas.
Entonces, volviendo al inicio, recordemos que los auditores siempre se han visto en el centro del escenario cuando se trata de determinar la responsabilidad por la ocurrencia de fraudes. Por lo tanto, no sorprende que las nuevas regulaciones no hayan evitado los fraudes debido a la ausencia de una visión holística.
Los auditores externos, al ser los guardianes, sin duda tienen que asumir una responsabilidad mayor y una rendición de cuentas proporcional. Sin embargo, el enfoque desproporcionado en el auditor ha resultado injustificadamente en la pérdida de confianza del público en la auditoría. Las reacciones instintivas solo han causado más daño que bien.
Fuente: Economictimes y Auditool